Por Anabel, de Azul Bereber
“Me despierto en el Riad. Los pájaros han venido a despertarme. Es una sensación ya conocida, un sonido que ya tenía en la memoria pero esta vez la vivo sola. Me tomo un café. Me muero por salir a la calle pero lo estoy retrasando. Tengo miedo. Los rayos de sol calientan mi cara. Con fuerza. Es el momento.
Viajo sola pero no siento soledad. Estoy empezando a disfrutar de mi propia compañía- Tampoco me siento en un lugar extraño a pesar de que nunca he estado aquí”.
Estas son las primeras líneas que escribía en mi diario de viaje. Hoy quiero compartir cómo viví con vosotras mi primer viaje sola.
¿Viajar a Marruecos?, ¿sola?, ¿recorrer el país y llegar hasta el desierto?
Quería ir a Marruecos. Pero era invierno. Estaba lejos y el desierto no parecía el mejor lugar para una mujer viajando sola.
Pero en realidad, sólo tenía miedo.
Leí las experiencias de otras mujeres viajando solas como las de Mujeres nómadas http://www.mujeresnomadas.com/ o las de Cintia, http://www.cintiasloveinaction.com/ . Y esa fue la chispa adecuada para emprender el viaje. El invierno resultó ser la mejor época, en realidad tan solo me separaban 2 horas de avión de mi destino y el desierto me regaló mujeres maravillosas que de otro modo nunca hubiese conocido.
Después de darle muchas vueltas, tomé una decisión, ya no había vuelta atrás y las mariposas comenzaron a revolotear por mi estómago. Las emociones cambiaron. Estaba feliz. Ilusión y vértigo a partes iguales.
Liberarme del miedo me hizo disfrutar de los preparativos y convertirlos en parte del viaje. Comencé a disfrutar desde ese momento de una de las mejores experiencias de mi vida. Al comenzar a hablar con mi entorno de mi decisión, lo convirtió en algo aún más real y aunque no todos estaban de acuerdo con la decisión nunca quise arrepentirme de no haberlo hecho.
Hoy, unos meses después, tras más de 700 kilómetros recorridos desde Marrakech hasta el desierto de Erg Chebbi estoy profundamente feliz por haberme atrevido a viajar sola. Pase frío. Cargue con la mochila. Temí perderme por las laberínticas calles de la antigua medina. Pero disfrute muchísimo de la temporada baja. Del sol de invierno. De la ayuda cómplice de otras mujeres, siempre. Del cielo estrellado del desierto. Y de la extraña sensación de hogar.
Si has leído hasta aquí, estoy segura de que estás pensando en emprender una aventura. Quizás tengas miedo. Quizás solo necesitas que te diga que puedes hacerlo. Toma la decisión, habla de ella, poco a poco tu objetivo tomará forma y sin darte cuenta tu viaje habrá empezado ya mucho antes de coger el avión.
Buenas rutas!
Anabel.