La niña del Cabo, una valiente viajera y artista

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Noemí Maldonado, es la Niña del Cabo, una artista española que ahora vive en México, y que nos encanta por su coraje, su música y su personalidad.

Podéis seguirla en su Facebook y escucharla en youtube, os dejamos al final uno de sus temas, Miradas, que tiene mucha relación con Viajo sola, porque habla de esas miradas de la calle que a veces nos incomodan cuando viajamos solas..

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Mi nombre es Noemí y tengo 42 años. En estos momentos estoy viviendo en México aunque mi país de origen es España. Mi profesión es la música, por ella me muevo y siempre tengo ganas de crecer.

Empecé a viajar sola cuando iba a la universidad. El por qué lo hice la primera vez creo que tiene que ver con el deseo de vencer ciertos miedos ligados a mi condición de mujer. Me apetecía experimentar cómo se siente una moviéndose por el mundo sola y teniendo que resolverlo todo sin ayuda de nadie, y más sin gente conocida. Por entonces también me di cuenta de que viajar con alguien es muy difícil y requiere de mucha paciencia y mucha habilidad en el arte de la convivencia. Así que me pareció que todo podrían ser ventajas, aunque tenía la posibilidad de viajar acompañada, sentí que hacerlo sola me daba más libertad.

No creo que sea común, al menos en los viajes que yo he hecho sola , no me he encontrado a tantas mujeres que se lanzaran a la aventura. Ahora se empieza a ver  más normal eso de que la mujeres viajen solas….depende de qué país se trate.

He viajado sola a Portugal, Francia, Suiza, Hungría, Alemania, República Checa, Eslovaquia, Cuba y México. También dentro de España. Mi viaje favorito creo que ha sido a Cuba, aunque cada uno tiene su encanto.

El mayor problema con el que me he encontrado ha sido siempre la inseguridad que te crea saberte mujer sola en un mundo que te ve como posible víctima siempre. Siempre vulnerable y en posible peligro.

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El entorno, tanto de la gente que te conoce como de la desconocida que te encuentras por el camino, te pregunta siempre si viajas sola con una triple exclamación, como si les costara entender por qué lo haces y ahondando siempre en el riesgo que puedes correr por ser mujer. Creo que mucha gente piensa que las mujeres no deberían viajar solas como tampoco deberían andar por ciertas calles y a ciertas horas .

He conocido a mucha más gente viajando sola que acompañada. Al final nunca lo estás o te sientes sola del todo. Pero si decides estarlo, puedes optar por ello, algo maravilloso.

Cuando viajo me gusta alojarme en casas ajenas o en hostales.

Sola me gusta hacer un millón de cosas. Recorrer una ciudad, sentarme en un café y observar a la gente, escribir sobre lo que veo, lo que vivo, etc.

Antes me costaba mucho orientarme, ubicarme y me daba la sensación de no controlar nada el espacio, pero, a medida que voy viajando me voy acostumbrando a mirar mapas y orientarme cada vez mejor. Al principio era lo que más me costaba.

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Evito ir a lugares que sé que son inseguros y supongo que me siento más segura en aquellos que son más turísticos. Pero si voy a pasar un largo tiempo, me gusta hacerme con el sitio y sentirme cómoda en sitios que , al principio, veía como no tan seguros.

No creo que sea peligroso viajar sola siempre que se use la intuición y se sepa oler el peligro. Estar alerta es lo que te salva de muchas situaciones peligrosas. El problema es cómo te ven los demás de vulnerable y la sociedad machista en la que vivimos. Pero no debería ser más peligroso que el hecho de que lo haga un hombre. En algunos momentos de mis viajes sola he sentido miedo, pero nada que no se pueda vencer.

Me gustaría viajar sola casi a cualquier parte, menos a aquellas en las que el hecho de ser mujer me impidiese moverme con cierta libertad.

No creo que haya que tener ninguna cualidad especial para viajar sola, simplemente saber oler el peligro y estar alerta, algo que pone en práctica cualquier persona que viaje.

Mi mejor anécdota o una de las mejores de mis viajes sola ocurrió en un tren que me llevaba de la República Checa a Suiza y que pasaba por Eslovaquia. Yo tenía 23 o 24 años, no recuerdo exactamente. Iba sola en uno de los compartimentos del tren y en una estación de Eslovaquia se subió un tipo. Lo primero que hice (por aquello de la defensiva y la supervivencia) fue ponerle cara de asco, pero él me transmitió confianza y tranquilidad. Intentamos cruzar algunas palabras, pero  solo hablaba eslovaco. Creo que hacía poco que Checoslovaquia se había partido en dos y había acabado con el sistema comunista. Yo llevaba vino y él llevaba pan y  los dos andábamos hambrientos, así que decidimos compartir lo poquito que teníamos y, sin hablar ni una palabra en común, nos entendimos a la perfección. Fue un trayecto precioso que jamás se me ha borrado y supongo que fue el principio de mi creencia de que dos personas totalmente distintas, con culturas diferentes  y a años luz una de otra se pueden entender si quieren. Hay mil formas y una de ellas es la música, es por esa razón por la que sigo buscando entenderme musicalmente con gente que creció a miles de kilómetros de mi.

 

Me encantaría decirles a las mujeres que viajen solas, que vivan solas, que amen solas, que se hagan con las calles de su ciudad a cualquier hora del día, que conquistemos los espacios que se nos vetan siempre

 

 

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