Día 2: Hoy me han pedido como 5 veces que me hiciera fotos con gente. Yo, que me dedico en parte a hacer fotos a otros, esto me deja perpleja, no sé si es el pelo o que les llama la atención una mujer viajando sola, a saber. El caso es que tanto en Borobudur como en Prambanan me he dado cuenta de algo, estos templos son Patrimonio de la Humanidad, impresionantes, pero la gente va a ellos a hacerse selfies con palitos básicamente. Confieso que me he comprado uno por cansancio de mi brazo, pero me ha parecido aburrido y que no sales bien jajajja. Donde estén el trípode y el disparador, los espejos o tu sombra incluso! No se ha parado nadie en un concierto de música Indonesa sino a hacer la foto rápida, poner morritos y seguir. Yo necesito pausas, mirar al señor que barre, al niño que corre, la cara del músico, el aire que acompaña, oler el incienso, sonreír sola por alguna tontería que he pensado… Sino creo que me quedaría mejor en casa. Nos estamos volviendo muy tontos, muy de pose. Y ni viajando se nos pasa al parecer.
Mi fe en la gente sigue intacta porque soy idealista, y veo la pareja en el banco sentada y pienso que qué bonito (aunque al acercarme vea que cada uno mira a su móvil y no a su amante), tomo café que sale de excrementos de animal y lo escupo, pero lo pruebo. Pienso que viajar sola te ayuda más a fijarte en los detalles a tu ritmo y en todo lo que vas sintiendo, y me alegra hacerlo, aunque a ratos duela, aunque a veces pese. Aunque no lo quiera siempre. Pero aprendo a estar conmigo sin escondites, a entender mis rabietas y mis sombras (dije entender, no superar) y a darme cuenta de la gran suerte que es saber estar contigo misma, y a perdonarme por mis excesos de humanidad. Lo único seguro es que nos vamos a tener a nosotras hasta el final de nuestros días, no? Sigo caminando..